FeRnando Raigal

Mi habitación me ha llamado otra vez, no lo hizo desde hace unos meses atrás en los que en extremo turbado, expelía tribulación y desasosiego, ahora me siento sobre mi cama dejando ligeramente abierta la ventana para evitar asfixiarme como ya lo hize antes, entonces cierro mis ojos y tomo un profundo respiro y siento el aire atravesar mi cuerpo.

Actúo de diferentes formas aunque casi siempre pienso de una sola manera, pero soy el único en este alma y lo que hago tiene que verse de alguna manera desembocar en quien soy, no hay espacio a nada más.

Reflejo una luz intensa y protejo a quienes angustiados vienen y me abrazan y me siento fuerte, aunque no sé si en verdad lo sea, pero no hay forma de comprobarlo porque nunca me he dedicado a ser yo quien busque el abrazo.

Hace tiempo que no sentía esta serenidad, este era el lugar en el que necesitaba esconderme, aquí nada ha cambiado, aquí los días han seguido pasando y se han ido igual, sin hacer ni decir nada, otra vez estoy aletargado, sin ganas de actividad ni de violencia, solo echarme y dejar que el tiempo pase y no deje de pasar, solo que ahora me echaré por mi propia cuenta y no sentiré como si me hubiesen arrojado, ya no es así, no lo siento así esta vez.

Ya ha pasado bastante tiempo de cuando me despertaron otra vez, pero no ha pasado mucho tiempo desde que las visiones trágicas finalmente me abandonaron, aquellas que estaban ursurpando mi vida, aquellas que rasgaron mi vista y mi orgullo, ya no tengo que ponerme excusas ni buscar mentirme a mí mismo una vez más, no importa si está bien, no importa si está mal, es tiempo de prestar atención a mi niño interior que lleva años pidiendo que lo estreche a mi pecho, lugar del que nunca lo debí dejar salir, después de esto no se a donde estaré partiendo, sólo encenderé la llama que voluntariamente apagué tiempo atrás para revivir este alma helada, pero no es tiempo de soñar, pues a veces los sueños no significan nada y porque es hora de retomar el control.